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 | Por Adam Cross

Manejando conversaciones difíciles

Los conflictos. Aparentemente están en todas partes. A veces son comentarios groseros en las redes sociales o conversaciones frustrantes con familiares y amigos. Pero, ¿qué hacemos con todo esto? ¿Decimos algo? ¿Se lo contamos a nuestros amigos o simplemente seguimos adelante?

 

El Camino de Jesús

Como católicos, creemos que Dios no sólo nos creó con emociones a las que prestar atención en situaciones difíciles, sino que Jesús también nos anima a tener conversaciones difíciles para lograr sanación, santidad y crecimiento.

En el Evangelio de Mateo, Jesús nos enseña que cuando “ tu hermano peca, ve y corrígelo en privado” (18, 15). Jesús continúa diciendo que si te escucha, se resuelve, pero si no lo hace, busca a un mediador para que el asunto se decida. Si tú y el otro aún no solucionan el problema, Jesús dice que recurras a la Iglesia. Si eso no resuelve la situación, Jesús nos dice que establezcamos límites claros con la persona. Mientras seguimos su consejo ante el conflicto, aquí hay algunas cosas a considerar al tener conversaciones difíciles.

Me siento [insertar aquí]

Cuando tenemos conversaciones difíciles con amigos, padres, acosadores cibernéticos y quizás incluso mentores en nuestras vidas (entrenadores, maestros, ministros juveniles o sacerdotes), podemos comenzar por nuestras emociones; estas revelan los valores que Dios ha escrito en nuestros corazones. Jesús tuvo muchas emociones y nos muestra su valor al vivir una vida santa. Cuando tenemos que compartir algo difícil, primero podemos expresar la emoción por nosotros mismos preguntando: “¿Cómo me hace sentir esto?” Luego podemos comunicar cómo nos sentimos usando esta práctica fórmula de “Siento [inserte emoción aquí]”.

Acción vs. persona

Cuando utilizamos la frase “Me siento…” en conversaciones difíciles, podemos complementar la emoción con evidencias y ejemplos específicos del comportamiento como, “Me siento frustrado cuando... se hacen comentarios sobre mi peso”. Mantenerse centrado en el comportamiento y evitar las palabras “tú”, “nunca”, “siempre” o cualquier otra que sea conflictiva ayuda a garantizar que la otra persona no se ponga a la defensiva y le ayuda a comprender que no estás atacando su personalidad. Adoptar este enfoque también ayuda a la persona con la que estás hablando a comprender que, como hijo de Dios, él no es el problema, sino que un comportamiento suyo está afectando a quienes lo rodean y que está siendo llamado a hacer más por amor y respeto.

Tómate un tiempo fuera

Si bien de niño tener un tiempo fuera solía ser algo malo, en conversaciones difíciles puede salvar vidas. Si una conversación con alguien va mal o se calienta, tómate un tiempo. Hazle saber a la persona: “Necesito [insertar el período de tiempo aquí] para calmarme”. El tiempo fuera es una forma de evitar decir algo de lo que te arrepentirás y de recordar tus pensamientos y emociones para comunicar mejor la verdad con amor a tu hermano o hermana en Cristo.

No estás solo

La realidad es que nos encontramos con quebrantamiento y dolor en nuestras vidas con regularidad. Al mismo tiempo, Dios nos está dando verdadera guía, herramientas y gracia, con el fin de navegar estas conversaciones y situaciones difíciles para nuestro bien y el de quienes nos rodean. Así como Dios obra a través del desastre de la cruz, también está obrando en las situaciones difíciles, feas y desordenadas de tu vida. Dios anhela ayudarte a tener conversaciones difíciles pero honestas con los demás, a compartir tus sentimientos con amor y a llamar a otros a la santidad y al crecimiento mientras tú mismo te esfuerzas por lograrlo. Cuando sea necesario tener conversaciones difíciles, no lo haga solo. ¡Recuerda invitar al Espíritu Santo a entrar y a hacerlo paso a paso, para hablar la verdad de tus experiencias y el Evangelio con amor a quienes te rodean!


Adam Cross es un terapeuta matrimonial y familiar con licencia en California, y trabajó como ministro de jóvenes en su parroquia local durante 8 años. A Adam le encanta integrar la fe católica en su práctica de terapia.

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