Me pidieron que pronunciara un discurso en una gran conferencia. Aunque me presento con frecuencia ante grupos, rara vez tienen cerca de 1.000 asistentes. Siempre estoy un poco nervioso, pero esta vez dudaba mucho de mí mismo. En las semanas previas al discurso, estuve atrapado en ciclos de escribir y reescribir, borrar y volver a empezar. Sentía que tenía que ser profundo e innovador, sobre todo teniendo en cuenta el calibre de los otros ponentes. No dejaba de fastidiar a mi mujer con lloriqueos: “¿Qué voy a ofrecer que aporte algo? ¿Cómo voy a seguir a esa persona?”. Una vez que llegué a la conferencia, mis nervios no hicieron más que intensificarse cuando la gente me dijo que la esperaban con impaciencia y algunos de los maravillosos miembros de la junta del CLI [ Catholic Leadership Institute] compartieron su confianza en que les haría sentir orgullosos. Después de repasar mis notas por centésima vez, pensé: “¿Qué estoy haciendo aquí?”.

Un amigo de la conferencia me preguntó si quería ir con ellos a una de las sesiones de trabajo. Dije que claro, sin conocer siquiera el tema y pensando que aprovecharía el tiempo para releer cien veces más el esquema de mi discurso en el fondo de la sala. Todo lo contrario. Una mujer ofreció un testimonio convincente, humilde y vulnerable, y no miré mis notas ni una sola vez. Su historia tenía varios puntos de conexión con mi vida, y al final se me saltaron las lágrimas. No estaba solo. Mientras le daba las gracias y volvía a mi habitación, tuve la respuesta a mi pregunta: No estaba aquí para dar mi charla; estaba aquí para ser bendecida por la suya.

¿Con qué frecuencia, en la vida y en el liderazgo, me centro en lo que tengo que hacer, decir o contribuir, y me pierdo lo que necesito recibir? ¿Cuándo mi ego o inseguridad me impiden estar abierto a cómo el Señor está tratando de traerme paz a través de otra persona? Estaba tan preocupado por impresionar a los demás que casi me pierdo aquello con lo que Cristo estaba tratando de impresionarme.

Mis nervios no desaparecieron del todo y, con suerte, ofrecí algún valor al evento. Aun así, el viaje fue un regalo incuestionable por lo que recibí de uno entre una gran nube de testigos. ¡Que esta semana sea usted bendecido por el testimonio de otro!

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Cloud of Witnesses es un extracto del nuevo libro de Dan Cellucci, Cleanup on Aisle Mine: Learning about Life, Leadership, and the Lord in the Day-to-day. Está disponible en Amazon.