Mientras nosotros, la Iglesia, nos preparamos para el Congreso Eucarístico Nacional que se celebrará en Indianápolis del 17 al 21 de julio, es oportuno celebrar la festividad de San Antonio Zaccaria el 5 de julio. Este santo italiano es reconocido por haber introducido la Devoción de las Cuarenta Horas durante su vida. Animó a los fieles a comprometerse a cuarenta horas de oración continua ante la Eucaristía entre Misas solemnes, y tanto San Ignacio de Loyola como los jesuitas continuaron su labor difundiendo la práctica de esta devoción.

Antonio nació en el seno de una familia noble, y su madre se dedicó a la educación de su hijo; además, le inculcó una profunda fe. Desde muy joven participó en limosnas y obras de caridad. Con el tiempo estudió medicina, donde cuidaba del bienestar físico de sus pacientes y atendía su vida espiritual.

Tras enseñar el catecismo a niños y ayudar a jóvenes adultos en su formación religiosa, Antonio acabó abandonando el campo de la medicina para estudiar el sacerdocio, ordenándose a los 26 años. Se convirtió en uno de los primeros líderes de la Contrarreforma.

Ante el declive de la vida eclesiástica y el auge de la indiferencia religiosa de la época, Antonio se propuso recordar a los cristianos la verdad del Evangelio. Los años siguientes resultaron fructíferos para sus esfuerzos, pues él y sus compañeros sentaron las bases de tres órdenes religiosas. La primera orden, los Clérigos Regulares de San Pablo, se dedicaba a una vida sencilla y de oración, a imitación de San Pablo. Más tarde se les conoció como los Barnabitas, utilizando el nombre del compañero de Pablo. Antonio también fundó la Congregación de las Hermanas Angélicas de San Pablo y los Laicos de San Pablo.

Además de fomentar la devoción al Santísimo Sacramento, Antonio animó a las iglesias a tocar sus campanas a las 3 de la tarde los viernes en recuerdo de la pasión de Cristo. San Antonio murió en 1539 y su cuerpo fue encontrado incorrupto 27 años después. Fue canonizado en 1897 por el Papa León XIII.