Como uno de los primeros obispos nativos de Polonia, San Estanislao desempeñó un papel en la cristianización de Polonia. Cuando otros tenían demasiado miedo de defender la moral cristiana, este santo se mostró intrépido hasta el punto del sacrificio final.

Nacido en el seno de una familia noble, Estanislao acabó abandonando Polonia para estudiar teología y derecho canónico en París. Cuando sus padres murieron, en lugar de disfrutar de la riqueza que le proporcionaba la nobleza de su familia, la donó a los pobres y se convirtió en sacerdote.

Se hizo conocido por sus prédicas en su primer cargo como canónigo de la catedral de Cracovia, enseñando la moral católica a medida que Polonia se convertía gradualmente en una nación cristiana. Asumió diversos cargos, como el de archidiácono y predicador, y a la muerte del obispo, Estanislao fue elegido para sucederle. Aunque él no quería el cargo, el papa Alejandro II insistió, y así se obedeció la orden del papa.

Envalentonado por el Evangelio, Estanislao se mantuvo firme en las enseñanzas católicas y las predicó al pueblo frente a un rey tiránico, Boleslao II, que era violento y conocido por su depravación. Estanislao condenó las malas acciones del rey, incluso antes de asumir el papel de obispo, lo que le hizo impopular entre la nobleza.

Tras numerosos conflictos con Boleslao, Estanislao lo amenazó con la excomunión. Enfurecido, el rey juró vengarse, lo que sucedió más tarde cuando la nobleza se opuso a las políticas de Boleslao y Estanislao se puso de su lado. Cuando los soldados se negaron a seguir la orden del rey de matar a Estanislao, se dice que Boleslao irrumpió en la iglesia con la espada desenvainada mientras Estanislao decía Misa. Allí, el rey llevó a cabo la hazaña él mismo.

Estanislao fue canonizado por el papa Inocencio IV, en 1253. Es el primer santo polaco nativo y el patrón de Polonia. Numerosas iglesias católicas en comunidades polacas están dedicadas a San Estanislao.